Las leyendas y la magia inscriben en el Turbón una realidad llena de encantarias, hadas, gigantes, brujas y fábulas. Dominando el corazón de Ribagorza, ampara la Entidad Local Menor de San Feliú de Veri bajo su sombra. Su ladera sur rompe la piedra en una extensa área arbórea conocida como Selvaplana. De su interior manan aguas minerales y rasgan el terreno en hondos barrancos donde habita la fauna y flora protegida. El quebrantahuesos, especie en extinción, anida en estas alturas donde reinan los guardianes del Turbón, los sarrios. Corzos, jabalíes, liebres, zorros, tejones... conviven con aves rapaces como el búho real, el águila, milano, halcones o el buitre leonado.
Protegida como zona de especial protección para las aves (ZEPA) dentro de la Red Natura 2000 es una categoría de área protegida catalogada por los estados miembros de la Unión Europea como zonas naturales de singular relevancia para la conservación de la avifauna amenazada de extinción. En las zonas de protección se prohíbe o limita la caza de aves, en sus fechas y sus técnicas; se regula la posible comercialización; y los estados están obligados a actuar para conservar las condiciones medioambientales requeridas para el descanso, reproducción y alimentación de las aves.
Desde La Muria parte una de las rutas de ascenso al Turbón, perfecta atalaya para divisar el Pirineo circundante y las tierras llanas que rasga el Ésera y el Isábena. La apertura de la Canal de San Adrián parte precisamente del collado de La Muria encima de Selvaplana y recoge una de las leyendas de esta cumbre rodeada de magnetismo, magia e historias de brujas y criaturas enigmáticas. Según la tradición, al retirarse las aguas del Diluvio Universal el arca de Noé quedó embarrancada en este hendidura natural, lugar donde, también se dice, disponían de su fragua los dioses pirenaicos.